Pasión, muerte y resurrección del Hijo de Dios

Pasión, muerte y resurrección del Hijo de Dios

 

Eduardo Garibay Mares

www.prensalibremexicana.com

Abril 17 de 2014

 

Evocar la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, a lomos de un borrico, igual es preludio de su pasión, muerte y resurrección, al recordar el Domingo de Ramos, anterior al de Pascua, con procesiones y bendición de hojas de palma y ramas de olivo la majestad del Hijo de Dios hecho Hombre, venido al mundo para liberar a la humanidad de las cadenas de esclavitud del mal, en cumplida promesa de una liberación que estuvo muy por encima de las pretensiones de aquellos judíos, ávidos del mero triunfo terreno que los liberase del yugo romano.

Semana Santa

Transcurrida del Domingo de Ramos al Domingo de Resurrección, las tres partes esenciales de la Semana Santa son: una, el final de la Cuaresma, constituido por el Lunes, Martes y Miércoles Santos; dos, el Jueves Santo, en que Jesús lavó los pies a sus discípulos en señal de humildad, e instituyó luego la Eucaristía, y en cuya noche se dio la Oración del Huerto, donde la contemplación del dolor de Jesús estremece y deja ver la profundidad de la Pasión a sufrir tras su Prendimiento, y tres, el Triduo Pascual, que comprende: primero, el Viernes Santo, con su Viacrucis de flagelación, juicio, caminata al calvario y crucifixión, donde su muerte cubrió al mundo de tinieblas, y cuando luego de que la Virgen María, su madre dolorosa, recibió su cuerpo, fue sepultado por José de Arimatea; segundo, el Sábado Santo, de su estancia entre los muertos, y tercero, el Domingo de Pascua, de su resurrección, esto es, del pasar de la humillación a la gloria y de las tinieblas a la luz, a fin de llevar a la humanidad de la esclavitud al mal, física, mental y espiritualmente, a la liberación del bien.

Cristo crucificado, muerto y resucitado

Precedida por los 40 días de Cuaresma, y preparada también con el Jueves Santo, cuando al lavar los pies de sus discípulos Jesús mostró con su humildad que no vino a ser servido, sino a servir, e instituyó el sacramento de la Eucaristía, en la Última Cena con los apóstoles, la celebración del Triduo Pascual comprende: primero, el viernes, de la Pasión y Muerte de Jesús crucificado en el Gólgota; segundo, el sábado, de Jesús sepultado, y de Vigilia Pascual en la noche del sábado al domingo, y tercero, el Domingo de Resurrección, evento jubiloso de Pascua, en una celebración prolongada a 50 días hasta Pentecostés, fiesta de la llegada del Espíritu Santo.

Como celebración más importante de todo el año litúrgico cristiano, la Vigilia Pascual es la noche en que se bendice el Fuego Nuevo y el Cirio Pascual, símbolos de luz y purificación, se canta el Anuncio de Pascua, se lee el Antiguo Testamento, sobre todo acerca de la primera pascua judía, ocurrida con la salida de los hebreos esclavos de Egipto y su éxodo hacia la Tierra Prometida, habiendo de pasar el Mar Rojo, y se finaliza con el canto del Aleluya, la proclamación el Evangelio de Resurrección, la bendición de fuentes bautismales, el bautizo de personas, la renovación de promesas de bautismo, y la Eucaristía Pascual, a repetirse cada domingo, para revivir la Resurrección de Cristo, que es el centro de la fe cristiana.

Pascua en Tierra y Universo

La Pascua de Resurrección conmemora la resurrección de Cristo, y la fecha de su celebración varía entre el 22 de marzo y el 25 de abril, ya que tiene lugar el domingo siguiente a la primera luna llena de primavera, del hemisferio norte. Término religioso que en el castellano procede del latín páscae, y éste a su vez del griego paska, originados a partir del hebreo pésaj, pascua significa “paso” dado que, efectuada dicha fiesta desde la antigüedad por todo el pueblo de Israel, todavía es celebrada por los judíos tal como lo hicieron los hebreos por orden de Moisés, la víspera de su éxodo de Egipto, hace aproximadamente tres mil años, y donde uno de los elementos esenciales también lo es el pan no fermentado.

Liturgia y religiosidad popular

Las manifestaciones de religiosidad popular en la Semana Santa, también denominada Mayor o Grande, tienen su expresión plástica en las procesiones y admirables representaciones que muchos pueblos cargados de historia, fe y religiosidad ofrecen en calles, plazas y otros lugares públicos. De ahí que en ritos eclesiásticos, en costumbres y tradiciones religioso-seglares, y/o en viajes y recorridos turísticos de creyentes o profanos, no se viva en plenitud la Semana Santa sin ser partícipe o espectador de eventos en torno a la pasión, muerte y resurrección del Nazareno.

A la luz de los siglos, en ámbito nacional e internacional ha sido tradicional la representación de la Pasión y Resurrección de Jesucristo, comenzando por la procesión de los ramos el domingo y prosiguiendo con representación de eventos documentados bíblicamente en torno al Lavatorio de Pies, a la Última Cena, al Prendimiento, al Viacrucis, la Crucifixión, y la Resurrección, dramatizaciones que desde la antigüedad han calado hondo socio-culturalmente y que asimismo se complementan con la Visita a los Siete Templos, el Sermón de las Siete Palabras, y el Viacrucis, entre otras actividades populares, a las que en la República mexicana la tradición y cultura popular aportó la quema de los Judas en la noche del Sábado Santo, los cuales son figuras artesanales elaboradas con papel, carrizo y cáñamo, que contienen en su interior un detonante de pólvora. Judas que se cuelgan y hacen explotar al “abrirse la Gloria”, prendiendo la mecha, y que se elaboran con la forma de diablos o que representan a personajes vigentes negativamente en la opinión pública.

Corolario

Para la Iglesia Católica es en el Misterio Pascual que Dios Padre, por medio de Dios Hijo, y el Espíritu Santo intercesor, se inclina sobre cada hombre ofreciéndole la posibilidad de la redención del mal y la liberación por el bien. Una Pascua que igual Jesús celebró todos los años durante su vida terrena, según el ritual en vigor entre el pueblo judío, hasta el último año de su vida, en cuya postrer y anticipada Pascua instituyó la Eucaristía, en su Última Cena con los doce apóstoles, donde el hijo de Dios dio a la conmemoración tradicional de la liberación del pueblo judío un sentido nuevo y mucho más amplio, ya que no fue sólo a un pueblo ni a una sola nación, a quien liberó, sino a la humanidad, a la posibilitó una vida óptima y superior, cuando con su vida, obra y resurrección legó la vocación y misión cristiana de unir a todos los hombres, que jamás deben perder la esperanza en la victoria del bien sobre el mal.